7.12.10
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I Love Buenos Aires


Ya estoy en Buenos Aires y todavía (por suerte) no siento la depresión post viaje, creo que se debe a que el regreso fue tan espantoso y agotador que cuando llegué a Buenos Aires fue un alivio.

Mi vuelo hacia Buenos Aires salía el viernes a las 6:30 am. El jueves estuve todo el día dando vueltas, aprovechando que era el último. A la noche cuando llegué al departamento tenía que hacer las valijas (tuve que jugar al tetris con mis cosas varias veces hasta que pude acomodar todo) y cuando terminé ya era hora de ir al aeropuerto. Al principio estaba contenta de que no había dormido nada pensando que eso haría que pudiera dormir durante el vuelo (ilusa). En el aeropuerto tuvimos que desarmar y rearmar las valijas por el peso y al final en el avión no pude dormir nada. Cuando llegué a San Pablo (escala) el vuelo primero se retraso y después (estando ya todos arriba del avión) se canceló. La gente se enojó, hubo piquete, gritos, etc. La solución de la agencia era mandarnos a un hotel en combis y reacomodar el vuelo para el sábado a las 9 am. Nosotros decimos quedarnos en el aeropuerto (eran casi las 3 am) y averiguando nos confesaron que en realidad no íbamos a ir en ese vuelo sino en uno que salía a las 12, para colmo en las pantallas mostraban vuelos de esa aerolínea (TAM) a Buenos Aires a las 5:45, 8:45 y 10 am. Fue entonces cuando pasé de persona cansada y molesta a porteña psicótica; dejé a mis padres custodiando las valijas y me dispuse a pelear con cuanto empleado de TAM se cruzaba en mi camino. Yo quería ingresar en la lista de espera de algún vuelo anterior al que nos habían asignado pero no querían anotarme (estaban guardando lugares para no argentinos primero), una empleada se me acercó y me dijo "seguí insistiendo". Al final, conseguí que nos pusieran en la lista de espera del vuelo de las 5:45, teníamos el puesto 9, 10 y 11 era poco probable que lográramos subir pero como el paro afecto a varios vuelos y ese se completaba con uno que debería haber llegado de no sé donde, quedaron lugares vacíos y logramos entrar. El problema con la lista de espera es que hasta el último segundo no sabés si vas a subir o no y tuvimos que correr como desquiciados (esto fue como la escena de una película) para no perder el vuelo. Hasta que no despegó no nos pudimos relajar y después cuando aterrizó fue todo felicidad. Home Sweet Home, Buenos Aires.